"El satsanga está lanzado, va a ocurrir!"
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Descargamos una furgoneta repleta de cosas, que fuimos metiendo en Asís Topagunea, donde Joxe Mari Azcue, el aita que está a cargo de la casa de ejercicios, nos veía entrar y salir. Sonreía, cooperaba con nosotros con una entrega total, y poco a poco iba haciéndose una composición: lo que iba a ocurrir no era un curso de fin de semana corriente: ¡era algo mucho más grande!
Montamos nuestra microoficina, empezamos a vaciar las salas de práctica y a mover cosas de un lado a otro: sillas, mesas, pizarras y otros útiles subieron o bajaron varios pisos dentro de Asis, para tener cada necesidad cubierta en su sitio.
Por la noche muy tarde llegó Danavira, con una furgoneta repleta de flores, grandes y bonitas, que iban a ser la decoración principal de las salas; las descargamos por cajas enteras, y las colocamos todas juntas en el hall: ¡que bonita visión, un gran encuentro de bellas flores, varios metros cuadrados de exhuberancia colorida y viva!
Jueves mediodía, puntos de luz
Están empezando a llegar los primeros participantes; algunos vienen en coche, otros en tren, a otros se les va a recoger al aeropuerto de Bilbao. En la plaza de Asís aún hay tranquilidad, pero por unos momentos tomamos conciencia: en este preciso instante, decenas de personas estan saliendo de su casa, en lugares tan distantes como Málago o Vigo, Oñati, las Palmas o Granollers... y todos se dirigen hacia aquí. Por unos instantes, los imagino como gotitas de agua, puntitos de luz que se desplazan, que convergen, que tienden a la unión en el seno de algo mayor.
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